Con la acentuación de las modalidades de primera/tercera persona y la incorporación de las tecnologías de realidad virtual en los videojuegos, la inmersión en esos espacios digitales necesita ser cada vez más realista. En este proceso en el que el jugador “abandona” su cuerpo físico y se instala en un personaje mientras corre por mundos míticos, las experiencias sensoriales cobran una importancia no vista antes.

Lamentablemente no contamos aún con la tecnología para trasladar a lo digital los sabores, los olores y el tacto, de modo que los otros sentidos deben tomar un protagonismo hiperrealista que compense lo demás. En este punto surge fuertemente la inmersión auditiva como una herramienta que vuelve verosímil a los ambientes visitados durante una sesión de videojuegos.
A diferencia de las imágenes que necesariamente se quedan encerradas en la pantalla o que requieren del giro de la cabeza con los visores VR, el sentido del oído está todo el tiempo activo y generando un contexto superpuesto del ambiente digital (sobre todo cuando tenemos bocinas o audífonos que permitan polifonías y efectos sonoros). Por todas estas razones, la grabación de los sonidos, foley, debe ser un proceso cauteloso y ambicioso que capture la realidad e incluso la supere.
En este sentido cabe recalcar que el foley nació como un proceso para grabar los sonidos de las industrias cinematográficas, pero que para su adaptación a los videojuegos ha tenido que sufrir varias transformaciones. En la primera industria, las imágenes siguen una secuencia directa y lineal, mientras que en la segunda es importante entender que los sonidos se reproducirán dependiendo de lo que el sistema y el jugador hagan, es decir, implican interactividad, y ahí está su magia. Aunque los procesos de grabación no tengan diferencias radicales, su concepción cambia radicalmente.

Aunque todo lo anterior pueda llevarnos a la idea de que estamos hablando de procesos realmente complejos, los foley implican un proceso creativo, sencillo, experimental y salvaje que puede divertir incluso al más amargado. Para realizar un foley lo necesario, estrictamente hablando, es un equipo de grabación como un micrófono, un espacio adecuado y cosas que suenen. Cortar frutas para producir sonidos de desmembramiento o grabar un grifo de agua para simular una cascada expresan la diversidad e imaginación propias de este arte, pero el enfoque, la calidad técnica y acústica y el criterio de usabilidad son los elementos que diferencian a un profesional de un aficionado.
En nuestra carrera de Diseño Sonoro y Acústica los foley destacan como uno de los elementos más atractivos a estudiarse. La base es la experimentación que guíe a la innovación en cómo conseguir sonidos más naturales y realistas, pero sobre todo el criterio comunicacional en la concepción de los mismos, como por ejemplo su diferenciación interactiva en el mundo de los videojuegos.
Independientemente de tu formación, si te interesa este mundo existen muchas fuentes con más información, pero la mejor receta para el éxito está en tus propios oídos. Así que, no esperes más, prende tu consola, escucha y trata de imaginar el origen de cada graznido, de cada pisada en el césped y de cada ola de energía.
Escrito por:
Chihuahua IAVQ